Por: Eduardo
Adrianzén
En este Día Mundial del Teatro, para
celebrar como se debe y organizar una verdadera fiesta, por fuerza debemos invitarnos
a todos, sin excepción.
Así que a nuestra fiesta entran:
Los que hacen teatro en medio de un
arenal y con butacas de ladrillo.
Los que lo hacen en salas pequeñas o
espacios alternativos.
Los que lo hacen en las salas más grandes,
equipadas, cómodas y elegantes.
Los que improvisan escenarios en las
localidades donde aún no hay salas de teatro.
Los que ofrecen entrada libre o salida
con sombrero.
Los cobran 5, 10, 15, 20, 40, 50, 60 o
100 soles, con descuento para estudiantes, jubilados, bomberos y policías, ya
sea lunes femenino, jueves popular o sábado de gloria.
Los que tienen financiamiento de
universidades, instituciones o empresas.
Y –afortunada excepción- algún fondo público.
Los que rompen su chanchito, se
endeudan o empobrecen para producir su montaje.
Los pocos que pagan fijo. Los muy
pocos que sacan puntos de 3 mil soles semanales. Los muchos que sacan poco. Los
que sacan puntos de 3 soles, o “para la gaseosa”. Y los que simplemente lo
hacen gratis.
Los famosos. Los aspirantes a famosos.
Los que no se esfuerzan en ser famosos.
Los que son vistos como vacas sagradas.
Los que son vistos como terneros sagrados. Y los engreídos de los medios.
Los que no buscan ser “sagrados”, y no
lo serán porque rara vez aparecen en los medios.
Los independientes. Los dependientes.
Los que se sienten “oficiales”. Los que se sienten “marginales”, Y los que se
sienten orgullosos de cualquier etiqueta.
Los que ganan concursos. Los que no
los ganan. Los que nunca participan.
Los que hacen obras solo para reír y
no buscan hacer pensar.
Los que quieren hacer pensar y no
buscan entretener.
Los que quieren entretener haciendo
reír y haciendo pensar.
Los livianos, los graciosos, los profundos
y los sesudos.
Los que hacen obras nacionales. Los
que hacen obras universales. Y los que hacen de las dos.
Los que escriben aristotélico. Los que
no les interesa ser aristotélicos. Los tradicionales. Los vanguardistas. Los
que respetan las reglas y los que quieren jugar con otras.
Los que mezclan y fusionan. Los que
hacen un teatro que también baila y canta.
Los que hacen un teatro basado solo en
la palabra. Los que no usan la palabra. Los que usan muñecos, títeres o
marionetas.
Los que hacen teatro para niños, para jóvenes,
para adultos o adultos mayores.
Los que incluyen danza, video, performance,
música en vivo y todas las artes.
Los que trabajan en escenarios desnudos.
Los que construyen decorados. Los que tienen presupuesto para diseñar muebles y
vestuario. Los que saquean el closet de la mamá y la casa de la abuelita.
Los que hacen teatro de temática
heterosexual, homosexual o transgénero.
Los que provienen de familias de
teatristas, y el único teatrista de la familia.
Los que critican, pero también hacen.
Los que al hacer, también se equivocan y son criticados igual.
Los que son parte de un grupo. Los que
buscan un grupo. Los que quieren pasar por muchos y variados grupos.
Los que tienen 4 montajes al año y los
que tienen un montaje cada 4 años.
Los que llaman y convocan. Los que
esperan ser llamados. Los que no esperan ser llamados y se generan su propio
trabajo.
Y en fin: a todos los que hacemos teatro
porque no podemos evitarlo.
Pero algo más:
En esta ocasión, incluyamos las
gracias… al público. Sí: a todas esas personas generosas que no son de nuestro
gremio, y se toman la molestia de salir de sus casas, y caminar, o manejar su bicicleta,
o tomar una combi, un ómnibus, o su auto para venir a vernos. De verdad: muchísimas
gracias por ir al teatro, porque pudieron quedarse en casa viendo los 300 canales
de TV por cable, o algún DVD de su colección, o Internet, o en su PC. En cambio
prefieren ver nuestros montajes. Gracias, porque sin público no hay teatro, ni
día del teatro, ni nada para festejar.
Y si incluimos a todo el público que
nos gustaría tener, entonces el Día del Teatro ya se convierte el día de toda
la gente. A eso debemos aspirar.
Como siempre dicen los actores cuando
les toca un personaje difícil: “es un reto”. Pues asumamos el reto, y a
trabajar se ha dicho.
¡Feliz Día del Teatro!
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